viernes, 18 de enero de 2013

El Galata Moribundo

  Hemos vencido, Pérgamo ha derrotado a los indomables celtas. Engradezcamos nuestra victoria, balicemos la historia con una escultura, hito y marca perpetua de este momento... qué mejor forma de alzarse que sobre los hombros de un enemigo digno. Una pieza de bronce fue la metálica rúbrica de esos ya olvidados griegos. Y de ellos a los romanos; el bronce se perdió como una moneda en el inevitable mercado del tiempo, pero la inmortal roca recibió el cincel del hábil artista, pétreas cicatrices que bellamente atraparon la esencia de un anónimo guerrero, postrado, con la mirada taciturna en la tierra regada por su sangre. Desnudo, no por indigencia, sino ataviado por el manto de la heroicidad, lo delata un torques con el cual bien podría haber comprado todo un carro de ropajes y armaduras. Herido al costado, con la dignidad de un cristo, pero sin su misterio, muriendo, agonizando. En su rostro sereno una caricia de dolor en un leve gesto, no hay miedo, sabe de lo inevitable, conoce el destino de todo mortal y lo acepta con gloriosa sencillez. Su pelo alborotado aun rezuma la salvaje libertad, y nos advierte como estandarte al viento que alcanzó su fin sin entregar esa bandera a los asesinos.


  Los siglos curtieron con suavidad tu torso, y los ojos ya pasados, los ahora presentes y futuros se maravillan con tu estampa, ¿Quién puede recordar esa perdida batalla de los galatas contra el rey Átalo? Pero nadie puede negar la sinceridad, la emoción y viveza que nos trasmites, vencido, moribundo, pero por siempre recordado. Una sonrisa sardónica se carcajea con el eco del destino, el vencido inmortalizado y el vencedor olvidado. Nos lanzas una indómita enseñanza y con una voz quieta nos susurras que plantemos batalla, podremos ser vencidos, pero el que se enfrenta a la adversidad y el infortunio nunca es derrotado...incluso su muerte puede ser una victoria.

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